Desde el principio del tiempo la gente se ha preguntado cómo es Dios, es decir, hasta el primer siglo cuando Jesús moró entre nosotros. Lo interesante es que Jesús no afirmó que vino a explicarnos como es Dios, sino más bien dijo que Él era la definición de cómo es Dios en carne y hueso. En una ocasión unos hombres que dudaban de Él le dijeron, muéstranos al Padre para que podamos creer. Y Jesús les respondió, si me has visto a mí has visto al Padre. Jesús no habitó entre nosotros para explicar a Dios, sino para más bien para demostrar cómo es Dios.
Antes de Jesús, el mundo tenía una perspectiva completamente diferente de Dios. Por ejemplo, en el primer siglo la esclavitud era normal, tanto así que el imperio romano tenía más esclavos que ciudadanos. En el primer siglo la gente tenía un valor económico, pero si en cualquier momento eras derrotado militarmente por otra nación lo más probable era que terminabas siendo esclavo de esa nación. La creencia era que Dios favorecía a los hombres ricos; si eras esclavo, pobre o estabas enfermo, eso era una señal de que Dios estaba en tu contra. Luego vino Jesús y les asignó un gran valor y dignidad a todos, a pesar de su condición social, económica y física. Expresó que el hecho de servir voluntariamente a los demás no es un signo de debilidad y que la humildad no es una actitud que deberíamos evitar, sino más bien adoptar.
En una ocasión puso por encima de un sacerdote judío a un hombre de samaritano y redefinió quién y qué es nuestro prójimo. Ten en cuenta que los samaritanos eran mestizos y odiados por los judíos. Sin embargo, Jesús elevó al hombre samaritano no en base a su nacionalidad, algo sobre lo que ningún hombre tiene control. Lo elevó en base a la compasión que le brindó a un extraño que había sido ignorado por todas las demás personas. Jesús no se detuvo a explicarnos cómo es Dios, sino a demostrarnos cómo es Dios.
El apóstol Juan, quien comenzó a seguir a Jesús de adolescente, ya anciano recordando el tiempo que había pasado con Él y escribió:
LECTURA BIBLICA:
A Dios nadie lo vio jamás; quien lo ha dado a conocer es el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre. - Juan 1:18 NVI.
PIÉNSALO:
El apóstol Pablo, quien en un tiempo persiguió y aprobó la sentencia de muerte del primer mártir de la iglesia cristiana, después de encontrarse con Jesús escribió: “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo..."
ORA:
Padre celestial gracias por darte a conocer a mi vida a través de tu precioso Hijo Jesucristo, Él es el que me demuestra como eres Tú, un Dios humilde, misericordioso, amoroso y compasivo con nosotros. Te pido que me ayudes a tener esa misma actitud con mi prójimo amado Dios, que al igual que el buen samaritano yo pueda expresar compasión por los demás.