Algunas personas son ricas pero no tienen honor. Otros son honorables pero tienen poca o ninguna riqueza. Mientras que otros tienen honor y riquezas, pero no se sienten vivos. Personas diferentes con perspectivas diferentes viviendo sus vidas, algunas trabajando arduamente para crear riqueza. Otros sacrificándose para vivir vidas honorables. Pero a pesar de sus diferencias, el común denominador es la sensación de que tiene que haber algo más en la vida. Qué triste, trabajar tan duro y llegar al final del camino preguntándose, ¿realmente valió la pena tanto trabajo y sacrificios? Al final, ¿mi vida realmente significará algo?
La humildad es el temor del Señor; su salario es riqueza, honor y vida. Proverbios 22: 4 NIV.
No importa cuán rica pueda volverse una persona, no importa cuántos honores pueda recibir y no importa cuánto pueda experimentar en esta vida, sin humildad la vida es un callejón sin salida. Ahora bien, la humildad no es tenerle miedo a Dios, es temer a Dios, es vivir cada momento de nuestras vidas reconociendo que Dios nos creó a propósito y para su propósito. El vivir la vida para cualquier otro propósito sería arrogancia. Imagina que el lienzo le diga al pintor qué pintar o que el avión le indique al piloto a dónde volar. Si nos detenemos un momento y analizamos nuestras vidas, descubriremos que muchas veces nosotros los creados queremos decirle al Creador qué hacer. Solo hay que escuchar nuestras peticiones de oración, en gran parte son nuestra forma religiosa de ordenarle a Dios que haga lo que nosotros queremos que haga. Lamentablemente, eso es arrogancia. Ahora bien, Jesús enseñó que podemos pedirle cualquier cosa a Dios, ya sea grande o pequeña, pero a menudo nos volvemos arrogantes y olvidamos el contexto apropiado. El contexto apropiado de cada una de nuestras peticione es comenzar diciendo: "Hágase tu voluntad". Puedes pedirle cualquier cosa a Dios, y si vas a pedir, pide en grande, porque nada es demasiado grande para nuestro Dios. Te dejo con un secreto, si vienes humildemente ante Dios buscando cumplir Sus propósitos, Él automáticamente te bendecirá con riquezas, honor y vida. Y te apuesto a que te dará mucho más de lo que pensabas pedir.
PIÉNSALO:
Cuando no estamos en la búsqueda de nuestro propósito ordenado por Dios, nos rendimos o vivimos sin valor y, en el mejor de los casos, podemos terminar cumpliendo un propósito secundario que nunca nos conducirá a la verdadera riqueza, honor y vida. Pero cuando vivimos nuestras vidas humildemente, el resultado es que la paga de Dios son las verdaderas riquezas, honor y una vida eterna y abundante. Ese es el valor de la humildad.
ORA:
Padre celestial quiero vivir a través del propósito por el cual me creaste, ayúdame a vivir de manera humilde para que realmente puedas conducirme a la verdadera riqueza, honor y vida; hágase tu voluntad y no la mía amado Dios.